CapÃtulo 20 - A Dos Pasos del Infierno
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¡Buenas noches! ¡Namasté!
CapÃtulo 20
-Adelante,
besaros, no os cortéis, yo espero…
Obviamente,
Neutro habÃa vuelto a pillarnos.
Al
dÃa siguiente estábamos castigados, Neutro nos habÃa metido en una habitación
que solo contenÃa una mesa y un estropeado sofá junto con todos nuestros
apuntes y más hojas en blanco. Sus exactas palabras fueron: “A ver si empezáis
a recordar ya y dejáis de hacer tonterÃas, que me tenéis harto.” Obviamente
estaba enfadado, muy enfadado. Según Sandro era realmente difÃcil enfadar a un
Neutro, pero nosotros lo habÃamos conseguido, según él era todo un logro.
En
lo que iba de dÃa ninguno de los dos mencionamos lo que habÃa ocurrido, o
amenos, lo que podrÃa haber ocurrido la noche anterior de no haber sido
interrumpidos, incluso evitábamos mirarnos durante más tiempo del necesario, la
situación se me hacÃa extraña, el hecho de que él intentara besarme y de que,
bueno, de que yo también quisiese hacerlo, eso era lo peor, lo que no me cabÃa
en la cabeza, durante ese lapso de tiempo quise probar sus labios, quise
sentirlos de verdad pero, de haberlo besado, ¿qué habrÃa ocurrido? ¿habrÃa
sentido algo?
-Carina,
¿estás ahÃ?- Sacudà la cabeza, Sandro me miraba fijamente, casi como si pudiese
oÃr lo que pensaba y, de haber podido, me habrÃa sonrojado.
-SÃ,
sÃ, perdona, ¿por donde Ãbamos?- Me aclaré la garganta, para ganar seguridad.
-RÃo
de Janeiro.- Sandro agarró el bolÃgrafo que reposaba detrás de su oreja y lo
sujetó entre el pulgar y el Ãndice, listo para escribir, me estiré y agarré un
taco enorme de apuntes.
-¿No
lo habÃamos hecho ya?
-SÃ,
lo hicimos, pero creo que deberÃamos redactarlo de nuevo y asà repasarlo.
-Sinceramente,
lo veo una estupidez-dije lanzando el taco de apuntes sobre la mesa, que se
desperdigaron por toda ella- los primeros indicios que tenemos de la maldición
son de aquel dÃa en el parque.
-Por
eso debemos volver muy atrás.
-Que
por cierto, aquel dÃa me pusiste los vaqueros grises perdidos.- Me miré las
manos, incluso aquel dÃa me parecÃa lejano y ya notaba que mi memoria fallaba,
el cuerpo me pesaba y cada vez se me hacÃa más difÃcil separar incluso las
alas, era como si cada vez me estuviese volviendo más humana, cuando lo que en
realidad significaba era que nos quedábamos sin tiempo.
-Azules.
Alcé
el rostro.
-¿Qué?
-Tus
pantalones, aquel dÃa, no eran grises, si no azules.- Apretó los labios y clavó
sus ojos azules en los mÃos, eran unos ojos tristes, que hablaban por sà solos,
pero yo no necesitaba que me hablasen, sabÃa que era exactamente lo que sentÃa,
nuestro vÃnculo fÃsico se habÃa vuelto increÃblemente fuerte. SabÃa que todo
estaba a punto de acabar, que no habÃamos obtenido nada y que, impotentes,
tendrÃamos que ver como nuestras vidas, largas, desaprovechadas e incompletas,
se extinguÃan. Y aquello era demasiado para mÃ.
Me
levanté y sin motivo alguno llevé las manos a la mesa, las deslicé por su
superficie, haciendo que las cientos de hojas volasen por los aires para
después caer al suelo como suaves y delicadas plumas. Sandro se mantenÃa
imperturbable, sin saber que hacer.
Hasta
que empecé a chillar.
Él
se levantó e intentó agarrarme, pero yo me resistÃa, pataleaba y le pegaba mientras
las lágrimas inundaban mi rostro.
-¿Pero
qué…?-Neutro abrió la puerta y sin deberlo ni quererlo me abalancé sobre él.
Esperaba que amenos se asustara y retrocediera, pero no se inmutó, no se movÃa,
simplemente permanecà ahà de pie con cara de incredulidad, pero antes de que
pudiera siquiera tocarle…
-¡Carina,
no!- Sandro me agarró por los hombros, tirando de mÃ.-¡No le toques!- Me empujó
contra su pechó y me derrumbé, y él conmigo. Lloré, lloré y lloré mientras
Sandro me acariciaba el pelo y yo escondÃa la cara en su pecho. Cuando me hube
tranquilizado un poco miré por el rabillo del ojo, Neutro ya no estaba.
-Nunca
debes tocar a un Neutro.
-Lo
se, lo siento, lo siento, no se que me ha pasado.- Y ya estaba avisada, nunca,
bajo ninguna circunstancia se debe tocar a un Neutro, quien ose hacerlo acabará
desintegrado, convertido en mero polvo. Este sistema no era más que un
mecanismo de defensa para proteger a la raza de cualquier amenaza, tanto de
ángeles como demonios.
-Tranquila,
yo he estado a punto de hacerlo miles de veces.
Hice
un amago de lo que intentó ser una triste sonrisa, él colocó su dedo Ãndice
bajo mi barbilla para hacerme alzar el rostro.
-Carina,
todo va a salir bien- me limpió las lágrimas que aún humedecÃan mi rostro.- Te
lo prometo.
-Tiene
gracia- dije intentando de nuevo esbozar una sonrisa- aún recuerdo cuando
dijiste exactamente eso aquella noche, en Roma.
Sandro
se separó de mi, mirándome con extrañeza, obviamente confuso. Se tomó su tiempo
para reflexionar antes de volver a hablar.
-Carina,
nunca dije nada de eso cuando estuvimos en Roma.
Ahora
era yo la que estaba confusa. Hice memoria.
-Pues
claro que sÃ- insistÃ- se me enganchó el vestido y me eché a llorar, ¿lo
recuerdas?
Ambos
callamos y nos detuvimos a pensar un largo rato hasta que finalmente nos
miramos con los ojos iluminados por la emoción y, sin necesidad de que ninguno
de los dos dijese nada nos pusimos en pie y salimos corriendo de la habitación.
Recorrimos
toda la casa, yo delante y él detrás, hasta el salón, donde Neutro estaba
sentado en su viejo sofá celeste leyendo un libro, también viejo. Allà todo era
viejo.
-Roma.-Dijimos
al unisono, jadeando por la carrera pero con una sonrisa de oreja a oreja
dibujada en el rostro. Neutro cerró el libro con tranquilidad y lo colocó a su
lado, a continuación entrelazó los dedos de sus manos, sonrió y dijo:
-Parece
que el berrinche a servido de algo. Empezáis a recordar.
-Bien,
ahora sà puedo deciros a donde debéis ir.
Sandro
y yo le mirábamos expectantes y nerviosos, parecÃa que después de todo
podrÃamos intentarlo, quizá todo el tiempo que habÃamos empleado no habÃa sido
en vano.
-Debéis
ir a donde el Cielo se toca con la Tierra.
Se
me cayeron los hombros al igual que las mejillas, borrando cualquier signo de felicidad
que podrÃa haber habido en mi rostro.
-¿Perdón?
¿Pero qué clase de ayuda de mierda es esa? ¿Dónde el Cielo se toca con la
Tierra? ¿Estás de broma? Tienes que estar de broma. ¿Tanto esfuerzo para esto?-
Me acerqué a él, desafiante, y para variar me miraba, impasible.- Te juro que
si pudiera tocarte te…
-Se
donde debemos ir.- Me interrumpió Sandro, me volvà para mirarle, extrañada.- Al
lugar donde el Cielo se toca con la Tierra.- Iba a reprocharle cuando
continuó.- Al Vaticano.