CapÃtulo 17- A Dos Pasos del Infierno
Primeramente, SIENTO MUCHO NO HABER CONTESTADO LOS COMENTARIOS, sabed que leerlos me hace mucha ilusion y los tengo siempre muy en cuenta. Pero es que esta semana he estado liada con un examen que me trae de cabeza y no he podido pararme a contestarlo. Pero tranquilas que tendreis vuestra recompensa, de momento no dire como (aunque me muera de ganas) pero tiene algo que ver con la noticia que aparece en el Club de Fans.
Después de esto simplemente deciros que aqui os dejos el siguiente capitulo de A Dos Pasos del Infierno. Espero que os guste y lo disfruteis. ¡Buen Karma!
CapÃtulo 17- A Dos Pasos del Infierno
-Siento lo ocurrido.- Dijo Sandro.
-No lo sientas.
Cuando los dos nos hubimos calmado se hizo el silencio en la sala y éste solo se veÃa interrumpido por las continuas disculpas de mi vinculante. Neutro habÃa desaparecido en combate, hacÃa al menos tres cuartos de hora que habÃa abandonado el salón anunciando a gritos que Ãbamos a volverle loco.
Miré a Sandro, ambos habÃamos hecho un pacto silencioso de no comentar más lo que habÃa ocurrido. Yo estaba preocupada, no solo por el mal aspecto de Sandro, quien aún no se habÃa curado de sus heridas y aún encima estaba muy bajo de energÃas, no solo por eso, era normal que un ángel llorase y sintiera tristeza, de hecho, les pasaba a menudo, y a mà siempre me habÃa extrañado que el carácter de Sandro no fuera el caracterÃstico de un ángel. El caso, es que eso de llorar y de deprimirse a los demonios no les iba, y no era nada normal que me hubiese comportado de aquella manera hacÃa solo media hora, era como si estuviera perdiendo la esencia demonÃaca, pero eso era imposible, se nacÃa con ella y se morÃa con ella. La única explicación que se me ocurrÃa era que la vinculación con la esencia angélica de Sandro me hubiese afectado, pero, ¿por qué la mÃa no le habÃa afectado a él?
-Será mejor que vayas a dormir un rato.- Le sugerÃ, intentando aplazar mis enredosos pensamientos.- Tienes que recuperar fuerzas.
-SÃ, será lo mejor.- Sandro se levantó y pude observar como sus alas lo seguÃan arrastrándose por el suelo. Justo antes de que llegara al umbral de la puerta Neutro entró en la habitación.
-Espera un momento.- Le dijo a Sandro.- Ahora que he conseguido calmarme y sigo teniendo el deber de ayudaros tengo que hablar con los dos.
El ángel deshizo el camino recorrido con Neutro siguiéndole de cerca, supongo que éste último atribuyó el hecho de las alas caÃdas del ángel a su pérdida de fuerzas.
-Supongo que lo que voy a deciros uno de los dos ya lo sabe.- Su mirada inexpresiva se clavó en el rostro de Sandro. Tragué saliva.
-Neutro, sinceramente no creo que sea el mejor momento para…
-No, déjale hablar. -Dijo Sandro, a lo que no reproché.
-Bien, como ambos sabéis los ángeles son realmente sensibles.- Noté como Sandro se ponÃa tenso a mi lado, no sabÃa por que, era algo que los dos ya sabÃamos, y de hecho me hacÃa gracia que hace un par de minutos yo estuviera pensando en eso mismo.- El caso es que cualquier mal acto, desde pisar una flor hasta matar a un hombre, cualquier acto inmoral les hace daño.
-Un momento- le interrumpÃ.-¿A qué viene esto? Todo eso ya lo sabemos.
-Por eso mismo, Carina.-Continuó Neutro.-Los dos lo sabéis, Sandro lo sabe-Neutro miró al ángel, quien estaba callado y tenso- y por eso mismo se comporta como lo que no es. Y ambos por que lo haces, lo que quieres es torturarte, revelarte contra los de tu especie. Quieres matarte, Sandro.
-¿Qué?- Me giré en el sofá para mirar a Sandro, pero éste solo se dedicaba a mirar al infinito.- Sandro, dime que no es cierto, dime que no quieres matarte.
-Pero eso no es lo peor.-Neutro intentó captar nuestra atención de nuevo, pero yo no aparté la mirada del rostro pálido de mi vinculante.- El caso es que el hecho de que se torture actuando de forma inmoral ha hecho que los sÃntomas de la maldición vaya más rápido, dentro de poco no podréis estar en habitaciones diferentes y os desmayareis cada poco tiempo. Lo que quiero decir es que no solo te has estado matando a ti, también has estado matando a Carina.
Cuando lo dijo todo se quedó en silencio y yo me quedé congelada, no solo estaba maldita, si no que Sandro me habÃa estado matando inconscientemente.
-Es cierto-dijo el ángel- querÃa morirme, pero dejar que me matasen o clavarme una espada era demasiado fácil.- Suspiró y se giró hacia mÃ.- Carina, por favor, no me mires asÃ.
En cuanto lo dijo me di cuenta de que seguÃa mirándolo con cara atónita. Sacudà la cabeza y miré a través del ventanal.
-No me lo puedo creer…
-Carina, lo siento,- Sandro se movió para acercarse a mÃ- si lo hubiera sabido nunca…
El ángel se interrumpió cuando yo me levanté. Neutro no habÃa vuelto a decir nada, sabÃa que lo habÃa dicho para ayudarnos, pero aquello empezaba a superarme. Cada vez veÃa mi muerte más cerca.
-Me voy a la cama.- Fue lo único que dije antes de abandonar la habitación.
Encendà la luz y me incorporé en la cama apoyando la almohada en la pared, no podÃa dormir. No sabÃa que me aterraba más, el hecho de que Sandro quisiera matarse, o que ese mismo hecho me afectase a mÃ. Por que en realidad la muerte de Sandro no tendrÃa que importarme lo más mÃnimo.
Miré por la ventana, era enorme, ocupaba casi una pared entera de la habitación. Miles de estrellas brillaban al otro lado de ella. Llevaba ya tres dÃas sin salir de aquella casa celeste.
El ruido de la puerta al abrirse me hizo volverme.
-¿Se puede?- Sandro estaba en el umbral de la puerta, no me resultó difÃcil distinguirlo, ya que los rayos lunares se reflejaban en su cabello rubio.
-SÃ, pasa.- Intenté no sonar enfadada, no tenÃa motivos para estarlo, pero aún asà sentÃa algo en mi interior que no acababa de identificar.
-No podÃa dormir.- El ángel se movió en la penumbra hasta llegar a la cama.
-Yo tampoco.- Contesté mientras Sandro se sentaba en uno de los extremos del lecho. Durante cinco minutos solo se oyó el viento golpear el cristal.
-Lo siento, Carina.- Le miré, parecÃa que ya se encontraba mejor, pero seguÃa sin ser ese ángel arrogante que conocÃ.- De verdad que no lo habrÃa hecho de haberlo sabido.
-Pero no lo sabÃas.- Le interrumpÃ.- Además, mi muerte no deberÃa preocuparte, de hecho, deberÃas alegrarte.
-Cierto.- Contestó.- Esa es la cuestión, sà me preocupa.
Le miré más detenidamente, no parecÃa que lo dijese en broma.
-No lo entiendo.
-Ni yo.- Sandro se mueve sobre la cama para sentarse a mi lado y apoyarse contra la pared.- De hecho me habrÃa encantado darte muerte. Pero después de esto, de sentir todo lo que tú sientes…- Hizo una pausa, pensando qué decir a continuación.- Admitámoslo, Carina, tienes de demonio lo mismo que yo, que va, ni eso, ¡hasta yo serÃa mejor demonio que tú!
-¿Perdona?- Sandro se rió entre dientes, empezaba a ser el de antes.
-El caso es que me da la sensación de que no eres como todos los demonios. Desde que empezó todo este rollo de la maldición no te he visto matar nada ni hacer nada realmente malo. En fin, que creo que cuando acabe todo esto, podrÃamos llegar hasta a ser… amigos.
Me reÃ, Sandro tenÃa algo de razón, yo no me consideraba un mal demonio, solo un demonio tranquilo. Pero lo que habÃa hecho reÃr habÃa sido la idea de ser amiga de Sandro.
-PodrÃamos.-SugerÃ, y se me ocurrió algo, le extendà la mano.- Pero prométeme que dejarás de intentar matarte.
-De acuerdo.- Sandro rió entre dientes y estrechó mi mano.
Cuando el apretón de manos finalizó la habitación se quedó en el silencio durante unos instantes, esos dÃas me empezaba a dar cuenta de que el silencio era un sonido aterrador.
Entonces Sandro se movió y pasó el brazo por delante de mà para alcanzar el libro que habÃa sobre la mesilla. Lo sostuvo y leyó el tÃtulo:
-¿Rimas y Leyendas de Bécquer?
-SÃ, dedicado y firmado.- Lo habÃa cogido antes de salir de casa, lo leÃa muy a menudo.- Es uno de mis favoritos.
-“¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un dÃa y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre…”- El ángel relató el fragmento tal y como lo hubiera hecho el propio Bécquer.- Que profunda.
-No soy yo la que ha recitado de memoria un fragmento de Los ojos verdes.- Sandro lo abrió y fue pasando las páginas.
-Lo he leÃdo un par de veces.
El ángel cerró el libro y volvió a dejarlo sobre la mesa. La habitación volvió a quedarse en silencio y yo no sabÃa como llenarlo. Al final no hizo falta.
-Será mejor que me vaya. Mañana tenemos que continuar.
-SÃ, será lo mejor.
Mi vinculante se levantó de la cama y se movió con soltura entre las sombras hasta llegar a la puerta y abrirla.
-Buenas noches, Carina.
-Buenas noches.