A Dos Pasos del Infierno- Capítulos 3 y 4

Aquí os dejo los capítulos tres y cuatro de mi relato "A Dos Pasos del Infierno" espero que os gusten y que lo critiquéis libremente.

Capítulo 3
Le dije a Ellery que a lo único que aceptaría sería a ir con él de fiesta solo por esa noche. Ambos nos dirigíamos hacia la zona del Soho, allí había buenos pubs y gente fácilmente manipulable, que, al fin y al cabo, era lo que a Ellery le interesaba.
-Enserio Carina, es miércoles, ¿no crees que estará todo un poco vacío?-Decía mientras yo tiraba de él hacia una de las calles abarrotadas de discotecas.-No sé, podíamos hacer otra cosa.
-Los ingleses no conocen la diferencia entre miércoles y sábado, créeme.-Empujé la pesada puerta de un local y precipité a Ellery en su interior.
Allí los incansables británicos bailaban y bebían sin parar, sobretodo bebían. Sus caras rojas y sus cuerpos mojados rebosaban vida, una vida manipulable y fácil de robar. Arrastré a Ellery hasta la barra y él se encargó de pedir cuatro chupitos, dos para cada uno.
-Venga ya, ¿solo dos?-Le dije alzando las cejas.- ¿Qué has hecho con el antiguo Araxiel?-Él rió entre dientes mientras yo me giraba hacia el camarero. -Twice, please.
Como ya había dicho, el alcohol no tiene el mismo efecto en nuestro cuerpo que en el de los mortales. Nos provoca una sensación de bienestar, pero no nos causa mareos ni nos puede conducir al hospital, ni a la morgue.
La noche transcurría poco a poco, yo bailaba sin parar en el centro de la pista, cantaba y chillaba. Mi pelo estaba ligeramente mojado y enmarañado debido a la humedad del ambiente, notaba como las extremidades comenzaban a pesarme y estaba segura de que si llevara las alas desplegadas, éstas estarían por los suelos.
Alcé la vista por encima de las cabezas buscando a Ellery, y después de sobrevolar el lugar con la mirada un par de veces, lo encontré en una esquina, comencé a abrirme paso entre la gente, él estaba con una mano en la pared y una sonrisa arrebatadora en el rostro. Di un par de pasos más, frente a él, una chica de melena dorada y cuerpo delgado y frágil se apoyaba con la espalda en la pared bajo su brazo, la muchacha sonreía de forma coqueta, acercando su cuerpo al de Ellery.
Él tenía un bueno cuerpo, había que decirlo, era de espalda ancha y cintura estrecha, la forma de su cuerpo complementaba perfectamente con su rostro, sus cabellos castaños y el brillo de sus ojos verdes bastaban para enamorar a cualquier chica, no era de extrañar que la Barbie hubiera caído bajo su embrujo.
Lo que ella no sabía era que, probablemente, acabará la noche tirada en alguna calle de Londres después de que Ellery se hubiera cansado de jugar con ella, o tal vez, la mantuviera a su lado para convertirla en algún tipo de acólito durante algún tiempo o, directamente, acabaría muerta.
Di un paso más con la intención de decirle a Ellery que la dejara en paz, no por ella, si no porque no quería tener que aguantarla toda la noche, pero en cuanto lo hice, una gran sensación de mareo me inundó. Tenía calor, mucho calor, todo el local empezaba a dar vueltas a mi alrededor, todas las luces se fundían en una y los sonidos me taladraban el cerebro.
Alcé los ojos y observé como Ellery acercaba sus labios a la oreja descubierta de la joven y le susurraba algo que, por mi estado, no pude escuchar. La muchacha rió y acarició el cuello de la camisa del demonio con su dedo índice.
Contemplé la escena tras mis párpados, prácticamente cerrados, sentía como poco a poco las piernas me fallaban y todo se me amontonaba encima. No, por favor, allí no.
Intenté abrir los ojos, sentía como si los tuviera cosidos el uno al otro, alcé la mano y me los froté hasta que conseguí abrirlos. Ellery estaba tumbado a mi lado, apoyado sobre un codo en inclinado sobre mí. Alcé el rostro, estábamos tumbados sobre un tramo de hierba en algún parque, Ellery sonreía.
-Si querías llamar mi atención no tenías más que pegarme un grito.
-Idiota.-El demonio ensanchó su sonrisa, mientras que yo le lanzaba una mirada asesina para, a continuación, volver a dejar caer la cabeza sobre el suelo. Aún no notaba como me daba vueltas levemente, me llevé las manos a la frente y apreté con fuerza, como si eso fuera a hacer que se quedara quieta.
-¿Te ha pasado esto antes?-Ahora Ellery estaba serio y fruncía el ceño, al tiempo que me miraba fijamente.
-Solo una vez más.-Quizás él supiera que me ocurría, porque estaba claro que aquello no era normal.
-¿Has enfadado a alguien últimamente?-Con ese “alguien”, Ellery quería preguntar si había hecho enfadar a alguno de los Señores, esos demonios, o bien ángeles que, con un simple chasquido de dedos, son capaces de destruirte.
-No que yo recuerde.-Me encogí de hombros, Ellery miró a lo lejos, pensativo.
-¿Has tocado cosas que no debes?-Otra pregunta indirecta, intentaba decirme si había estado toqueteando los experimentos de otros demonios, demonios que trabajaban con sustancias que los humanos no conocía, con la simple finalidad de matar el mayor número de ángeles con el mínimo esfuerzo. Aunque innumerables veces esos experimentos había salido mal y habían llegado a acabar con alguno de los nuestro, y a veces, incluso, eso no ocurría de forma accidental.
-Tampoco-puse los ojos en blanco,-no me he metido con nadie ni he tocado nada de nadie.-Volví a mirarle, esperando que se le ocurriera algo, Ellery había vivido mucho, puede que el doble que yo, y era de esos que llevaban las cuentas de su vida.
-¿Has tosido sangre alguna vez?-Dijo al fin, con los ojos algo alarmados, asentí, recordando la vez que me ocurrió.
Acababa de salir de la ducha y me estaba peinando el pelo frente al espejo cuando sentí un escozor creciendo en mi garganta y sentí la necesidad de sacar todo el aire que tenía dentro. Pero no fue aire lo único que salió, me incliné sobre el lava manos y observé la mancha que lo ensuciaba, “que asco”, pensé mi sangre era negra como la tinta y comenzaba a coagular haciéndose más pegajosa y aún más asquerosa.
-Hmmm… A mí esto me huele a maldición. -Ellery me sacó de mi ensueño, devolviéndome al momento. ¿Maldición? ¿Cómo que maldición?, sólo había conocido a una persona que hubiera padecido una maldición, y la cosa no acabó muy bien. Miré a Ellery apretando los labios, su rostro estaba serio y fruncía el ceño mientras miraba fijamente, el escaso tramo de suelo que nos separaba.-Pero, no tendría sentido, ¿quién querría maldecirte?- Continuó pensando mirando al infinito.
Resoplé y decidí no dejar llevarme por el pánico, al contrario, tenía pensado encontrar a la persona que me había maldecido, si es que eso era cierto, e iba a encargarme de acabar con ella con mis propias manos.
-Bueno, ¿qué hacemos?-Le dije mientras me sentaba cruzando las piernas para encararme a él. Él soltó una carcajada.
-Ah no, lo siento, pero yo solo estoy de paso.-Contestó mientras cruzaba las piernas por los tobillos. Abrí unos ojos como platos.
-¿Vas a dejarme con este marrón sola?- Ellery se encogió de hombros en un gesto de desentendimiento.-Vaya, muchas gracias.-Bufé para a continuación cruzar los brazos sobre el pecho y mirar hacia otro lado.
-Pero si puedo guiarte hacia alguien que puede decirte si de verdad estás maldita- descrucé los brazos y volví a girarme-y que tipo de maldición es.
-Ah, ¿que hay más de un tipo?-Susurré con un tono irónico, él me ignoró.
-Se llama Kenza, la conocí en África hace apenas dos años, si mal no recuerdo ahora tenía una tienda en Bulgaria.
-¿Tienda?- Era de extrañar que un demonio se molestara en trabajar.
-Sí, se hace pasar por bruja ante los humanos, se entretiene.-Ellery volvió a encogerse de hombros, en un gesto que daba a entender que él tampoco llegaba a comprenderlo.- En cualquier caso-continuó-si no ha cambiado de nombre, no te será difícil encontrarla. Dile que vas de mi parte.
Asentí y a continuación, Ellery dio una palmada y se puso en pie de un salto, acto seguido me tendió la mano y me ayudó a levantarme. Me sacudí la ropa, mis pantalones negros de cuero y mi camiseta de tachuelas plateadas estaban llenos de hierbajos y con sospechosas manchas en distintos tonos de marrón y verde, maldije por lo bajo.
Ellery me acompañó a casa, insistió en subir para “asegurarse de que estaba bien”, pero le dije que no iba a tener problemas y subí a mi apartamento dejándole con la despedida en la boca. Si él no iba a ayudarme con mi problema yo no pensaba satisfacerle a él.
En cuanto llegué me desplomé sobre el sofá sin ni siquiera quitarme los tacones de diez centímetros, aún estaba hecha polvo. Me revolví un par de veces y eché un vistazo al reloj digital del DVD, eran las tres y media de la mañana, suspiré.
Y entonces me di cuenta de que tenía algo más de lo que preocuparme, no tenía casa en Bulgaria.











Capítulo 4
Sofía, Bulgaria. Supongo que es como todas las capitales, edificios altos, plazas enormes llenas de gente, carreteras de cuatro carriles abarrotadas de coches, en fin, una ciudad más.
Salí de la recepción del agobiante hotel dejando que el viento primaveral me golpeara en el rostro y me revolviera el cabello. Plaza Sveta Nedelya, tenía que pensar cómo iba a llegar hasta allí. Se me ocurrió ir en metro pero, según el mapa, tenía que coger varias líneas, también podía correr, pero las calles estaban llenas de gente y tendría que correr extremadamente rápido para que no me vieran, y sinceramente, no me apetecía demasiado. Finalmente me decidí por ir en taxi.
Me acerqué a la acera y me incliné hacia adelante, recorrí la carretera con la vista en busca de un vehículo que llevara aquella especie de caja que pone “TAXI” encima, en cuanto lo vi alcé el brazo y el coche se paró en seco haciendo chirriar las ruedas, me precipité al interior.
-Sveta Nedelya.-El conductor, un hombre adulto de cabello negro y piel pálida, asintió. Mientras el coche serpenteaba entre las calles principales de la capital yo miraba por la ventana.
Una inquietud crecía en mi interior, quería respuestas, saber que me ocurría y lo más importante, como acabar con ello, pero por otro lado, me preocupaba la idea de averiguar la verdad.
El coche se detuvo y el conductor murmuró algo que, debido a mi embobamiento, no llegué a entender, pero por el tono en el que lo dijo adiviné que pedía que le pagara. Observé el taxímetro, ciento cuarenta levs, vamos, setenta euros aproximadamente.
Miré al conductor a través del espejo del retrovisor y le osnreí con una sonrisa torcida para después salir del coche. Sabía que aquel hombre no me diría nada, y no necesité mirar atrás para notar como se estremecía.
Caminé por la plaza y recorrí sus calles cercanas varias veces, era jueves, y la gente caminaba con prisas de un lado para otro, mientras que yo iba a mi ritmo.
Ellery me dijo que l atienda de Kenza estaba cerca de esa plaza, iba a pararme a preguntar cuando un escaparate llamó mi atención. Me acerqué con paso decidido y vi como un cartel interior de neón anunciaba un nombre, “KENZA”, encima del nombre había un triángulo con un ojo abierto en su interior, también de neón. Posé una mano sobre el pomo y un escalofrío me recorrió el cuerpo, puede que solo fueran los nervios, entré.
El interior de la tienda no se salía de lo normal, estaba llena de cortinas con cuentas, diferentes aparatos que no me paré a mirar, pósters y cuadros absurdos y una mesa redonda con unas cartas y la clásica bola de cristal.
Una mujer salió a mi encuentro, iba vestida con una especie de vestido/túnica azul marino y llevaba el cabello castaño y rizado recogido en un moño, las arrugas de sus mejillas se curvaron en una sonrisa amable mientras me saludaba con un búlgaro que me fue fácil de entender.
Desplegué mis alas negras para evitar que tener que explicarme, Kenza sonrió más ampliamente y asintió.
-Una aliada.-Dijo. Así era como los demonios nos llamábamos entre nosotros, así como los humanos se llamaban hermanos entre ellos, nosotros nos consideramos aliados, todos luchamos por lo mismo, o mejor dicho, contra lo mismo.
-Así es, vengo de parte de Ellery.-Ella me hacía gestos con el brazo para que la siguiera y me sentara alrededor de la mesa redonda.
-¡Oh, mi viejo amigo Ellery! ¡Qué alegría tener noticias suyas! Sinceramente, pensé que había muerto.-Continuó diciendo, como una abuela hablando de sus nietos, aunque daba la sensación de que en realidad no le importaba que Ellery pudiera no continuar vivo.
-Bueno, en realidad vengo por mí.-Kenza frunció el ceño y me miró, seria.-Ellery cree que podría estar maldita.
Kenza no se inmutó, como si no fuera la primera vez que oía eso, de forma pensativa se rascó la barbilla y me examinaba.
-No parece que sea una de las fuertes,- aseguró- ya que veo que vienes de una pieza.-Aquello me creó un nudo en el estómago.-Veré que puedo hacer, estira las manos.
Hice lo que me pedía y estiré los brazos ante mí, dejando las palmas al descubierto. Kenza colocó sus manos sobre las mías, muy cerca, pero sin llegar a tocarlas. Entonces sentí que no podía moverme y que la energía me recorría.
Kenza abrió mucho los ojos y pude observar como sus pupilas, rodeadas por ese iris marrón, iban de un lado al otro, cada vez más rápido. Comenzaba a sentirme mareada, sentía una oleada de energía traspasando mi piel, la habitación daba vueltas a mi alrededor, lo único que podía ver con claridad era la silueta de la demonio frente a mí y entonces, Kenza volvió en sí, y como si nada hubiera pasado, dijo:
-Interesante.-En cuanto apartó sus manos de las mías pude volver a moverlas con tranquilidad, y la habitación se quedó quieta de nuevo.-Nunca había visto algo así, tu energía exterior no es oscura, si no algo más clara de lo normal.-Fruncí el ceño, incapaz de articular palabra, pero dándole a entender que no la seguía. Ella puso los ojos en blanco.-Tenemos dos tipos de energía; la interior, la que nos forma y la que nos indica lo que somos, y la externa, la que nos aplican desde fuera, a veces no tenemos y a veces, nos recae con, por ejemplo, maldiciones.
-Entonces, ¿estoy maldita?-Kenza asintió y el corazón me dio un puñetazo en las costillas, mis miedos se habían confirmado. Iba a preguntar cuánto tiempo me quedaba cuando Kenza dijo:
-Por suerte solo está empezando.-Aquello me calmó un poco.-Pero lo más extraño, es que estás ligada a otra persona.
-¿Ligada?
-Sí, alguien comparte tu mismo destino, os une la misma maldición.-Lo que Kenza dijo por una parte me alegró, tendría alguien con quien compartir el sufrimiento, aunque, por otra parte me entristecía que alguno de mis conocidos tuviera que compartir ese horror mío.
-Y ¿no se puede hacer nada?-Dije, con la voz algo entrecortada.
-Siempre se puede hacer algo-contestó la bruja falsa- es más, debes hacer algo, nuestra especie no puede permitirse ni una sola baja cuando estamos en plena guerra.
-¿Qué puedo hacer?-Estaba dispuesta a pasar por lo que fuera con tal de acabar con aquella maldición.
-Primero debes encontrar a la persona que está ligada a ti, alguien que sepas que comparte tus mismos síntomas, que por cierto, deberéis dormir cada noche para aplacarlos.-Kenza se repantigó sobre la silla, más relajada, pero yo continué erguida y mirándola a los ojos mientras asentía.-Después ambos deberéis buscar a la persona que os maldijo y acabar con ella, antes de que la enfermedad acabe con vosotros.
-¿Cuánto puede ser eso?-Contuve la respiración, no sabía si quería averiguar una respuesta.
-No lo sé, por la intensidad de la energía, los pocos síntomas que veo que tienes de momento y durmiendo cada noche, unos…-vaciló, divirtiéndose a mi costa-dos cientos años. Pero bueno, no es que tengas muchos más, ¿no?, ¿cuántos debes de tener? ¿Cuatrocientos, quinientos años como mucho?
-Setecientos.-Afirmo. Kenza se encoge de hombros.
-Una cría.-Dice ella, y cuando la ira me invade es cuando me doy cuenta de que es hora de marcharme.
-Creo que debería irme, gracias por su ayuda.- Me levanto sin esperar a que me pida que no lo haga, y no lo hace, así que me encaminé hacia la puerta y posé la mano sobre el pomo.
-Espera.-Bajé la mano, pero no me volví.-Por mucho que seas la amiga de Ellery, la sesión no te va a salir gratis.

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1 comentarios:

  1. esta genial me encanta eres una grran escritora perooooooooo ¡neesito que subas mas porfaaaa!

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